Por: Nelson Fernando Mariño M.Sc.
Ahora que se ha dado libertad a los gobernantes locales de tomar decisiones de apertura gradual, que implica menor control de movimientos, se hace más urgente que el rastreo y alistamiento selectivo sea efectivo.
¿Dejamos esta tarea clave al equipo de rastreadores, con herramientas casi arcaicas, o ayudamos a que su labor sea más productiva, usando la tecnología disponible?
El confinamiento generalizado vivido no difiere mucho a lo que se hizo hace un siglo con la gripe española. A pesar de tener toda una revolución en tecnología de información, seguimos actuando de manera casi ciega, con medidas generales y no específicas. Pero cuando más necesitamos usarla, aparecen vehementes voces de protesta en contra de su uso, con válidos argumentos, principalmente de potencial violación a las normas de privacidad y libertades civiles por el inadecuado uso de datos, además de baja efectividad.
Hay que ser realistas, no estamos logrando contener el virus y a pesar del esfuerzo gubernamental y el sacrificio de todos los ciudadanos durante los diferentes confinamientos, la velocidad de contagio está superando la capacidad del sistema de salud como se ha experimentado en varias ciudades. Entonces ¿continuamos con las mismas prácticas o cambiamos y acudimos a nuevas acciones?
Algunos de los países exitosos en la contención del virus, como Corea del Sur, Taiwan o Singapur, usaron aplicaciones de telefonía celular como parte de sus herramientas para apoyar la labor de los rastreadores. Si bien tienen condiciones diferentes a la nuestra, se pueden incorporar aprendizajes.
Desafortunadamente, en Colombia el porcentaje de rastreo está por debajo del 7% y claro que no está aportando al control, a pesar de ser una estrategia claramente recomendada y clave de cara a evitar la propagación. Además, la labor que adelantan los rastreadores solo se basa en los contactos que indica la persona y vía telefónica.
Aunque no hay evidencia científica suficiente por ser un tema nuevo, un estudio publicado en la revista médica The Lancet [i] muestra cómo una mayor penetración en el uso de la tecnología podrían reducir potencialmente el Ro desde 1,2 hasta 0,8. Aún con baja penetración, para el rastreo serían más efectivas que los métodos convencionales. La tasa reproductiva de Colombia ha rondado el 1,2, si lográramos llevarla de manera consistente por debajo de 0,8 estaríamos en un camino más rápido y seguro de retorno.
Otro estudio en pre-impresión, en cabeza de Andrés Vecino [ii], basado en datos de Colombia, muestra que “un aumento del 10% en la proporción de casos identificados a través del rastreo de contactos está relacionado con reducciones de mortalidad por covid-19 entre 0,8% y 3,4%”. Las evidencias ya no sólo son obvias, sino que son respaldadas por la ciencia.
Algunos usos potenciales incluyen: el aislamiento estricto, notificación y rastreo, soporte y seguimiento, que serán claves tanto en el control de la propagación como en vigilancia de la salud. Otro podría ser el acceso a lugares públicos como sistemas de transporte, restaurantes, cines o comercios, que serán claves para la reactivación económica y que muchos extrañamente indican deberían operar al 35%.
En mano de los expertos está el indicar cuál es la combinación de herramientas, pero es claro que a través de la telefonía celular, teléfonos inteligentes, el uso de los servicios de localización, bluetooth y la tecnología que Google y Apple ha desarrollado, se pueden implementar los usos indicados, pero en particular aumentar el control del confinamiento estricto de los pacientes diagnosticados positivos, así como mejorar el rastreo de contactos, aspectos claves en la propagación como complemento a la labor de los rastreadores.
Por supuesto hay riesgo de mal uso y potencial violación de la privacidad, pero dado que una persona con SARS-CoV-2 puede infectar a otras, con potencial desenlace fatal, el interés público se debe enfatizar sobre los derechos individuales. Para no enfrascarse en un complejo y largo debate, evaluemos un par de aspectos claves para mitigar el riesgo de violación de privacidad de la información:
– Tiempo de información: emulando la famosa frase de la serie de televisión “esta información se autodestruirá en..”, pero esta vez, luego de dos semanas. Este es el periodo máximo en el que una persona pudo contagiarse o contagiar a terceros, es el requerido para establecer un potencial cerco epidemiológico más efectivo. Un protocolo seguro de eliminación de información es una tarea que en pocas horas expertos informáticos pueden desarrollar.
– Anonimato: la tecnología disponible permite que se disponga de un protocolo donde la información permanezca anónima y solo se pueda acceder si la persona es diagnosticada positiva. Adicionalmente, le podría indicar, si ha estado en cercanía prolongada de una persona diagnosticada positiva aún manteniendo el anonimato.
– Cantidad de datos: la información que requiere es mucho menos que la que probablemente se acepta entregar al dar “click”, cuando entra a muchos portales e inclusive menos que la que probablemente ya conoce Google o Facebook de su perfil de actividades. La aplicación debe garantizar la recolección de un mínimo de datos, alrededor de sus movimientos y contactos por el periodo indicado y esto también se puede controlar y monitorear.
– Acceso: Si bien estoy convencido que internet debe ser un servicio público esencial, en el corto plazo se puede instalar masivamente antenas en portales, buses e instar a los diferentes comercios y sitios públicos a que abran el acceso con límite en direcciones, solo relacionadas con las aplicaciones autorizadas, con el fin de no congestionar la red. Aunque no se logrará 100% de cobertura, al menos aumenta.
– Teléfonos: Aunque sería deseable que todos tuvieran un teléfono inteligente, en un mismo aparato se pueden registrar varias personas, por lo que por hogar podría tenerse al menos uno. Un subsidio podría dirigirse a esta población con un aparato básico, cuando fuera necesario y por tiempo limitado.
– Voluntaria: la covid-19 debe ser promulgada como una enfermedad de declaración obligatoria. Así cualquier persona con sospecha de síntomas debe acceder al sistema de salud y estará obligada a reportarse y el control se hará con la App. Luego podría eliminarse, pero por ejemplo, similar que en China, debería mantener un código QR que indique su status y le facilite movilidad.
– Libertad de movimientos: no se pretende limitar que una persona salga o realice una actividad, solo busca identificar temporalmente sus movimientos y el rastreo de contactos. Claro si desea permanecer confinado, no la debe descargar, pero si sale a la calle es obligatoria y las autoridades la pueden exigir.
– Uso de información: la información recolectada se podrá trasmitir a servidores seguros a los que solo se tendrá acceso para fines de salud. No tendrán acceso autoridades de impuestos, policiales, comercios o similares y no se podrá comerciar, usar o entregar a nadie diferente.
– Penetración: si la penetración es baja como hasta ahora, no sería mucho el aporte, pero si entre todos, logramos convertirla en una exigencia como el tapabocas, aumentará su uso y allí su utilidad será mayor. No podemos solo argumentar que no funciona y que no hay evidencia contundente. Nunca antes habíamos enfrentado una pandemia y por ello debemos explorar esquemas alternos, aprovechando las herramientas disponibles.
– Auditoría: Se puede formar una comisión de verificación liderada por los opositores, pero esta vez que actúe y no paralice. Claro que hay decenas de compañías serias, independientes, que podrían verificar el proceso de manera rápida y productiva.
Es claro que una aplicación no es solución única, no será perfecta, ni reemplaza la labor de los rastreadores, pero sí es complemento que facilita y hace más productiva su labor. No es una solución mágica, pero es parte de un plan que, en conjunto con otras tareas y actividades, permitan retornar a esta nueva realidad más rápido y seguro.
La mayoría de los opositores al uso de estas tecnologías, están cómodamente sentados en sus casas y muchos viviendo del salario estatal. Quisiera invitarlos a estar frente a una UCI en varios turnos de 12 o más horas, tomar bus público, no poder abrir su restaurante o tener que cerrar su local y despedir a sus empleados. Estoy seguro que su percepción del riesgo cambiaría. Claro que hay riesgo, pero es muchas veces menor que el del colapso del sistema de salud y las muertes adicionales que se están generando.
Estamos sacrificando salud, economía y libertad de movimientos en una compleja situación, sin un camino claro. Invito a críticos, sin color político, independiente de los derechos que defienda, a construir alrededor de la tecnología, encontrando maneras de mitigar los riesgos que implica su uso y así facilitar la construcción de esta nueva realidad más pronto y seguro, que es un beneficio para todos.
[i] Kretzschmar M y otros – The Lancet – Julio 16 2020: https://doi.org/10.1016/S2468-2667(20)30157-2
[ii] Vecino A y otros – MedRxiv – Agosto 16 2020: https://doi.org/10.1101/2020.08.14.20158535
Artículo publicado en la Revista Dinero
Fecha: 27/08/2020
Link publicación: https://www.dinero.com/pais/articulo/sin-tecnologia-el-camino-de-la-pandemia-sera-mas-largo-y-riesgoso-nelson-marino/297029