Por: Nelson Fernando Mariño M.Sc.
En la encrucijada de decisiones que deben tomar tanto el gobierno central como los gobiernos locales de cara a la tan requerida reactivación de actividades, recientemente el Ministro de Comercio, José Manuel Restrepo, indicó durante la alocución del 24 de mayo que “los centros comerciales podrían abrir con un máximo de aforo de un 30%”. En esa misma línea, la alcaldesa de Bogotá, Claudia Lopez, señaló con respecto a Corabastos que “la central puede operar, de manera similar a Transmilenio, a un 35% de su capacidad para mitigar riesgos”. Si bien es prioritario reducir el riesgo de contagio y evitar las aglomeraciones, es igualmente importante identificar de manera práctica cuál es la capacidad con la que puede operar de cada subsistema de una manera segura y productiva.
Varios puntos se desprenden de esta determinación. Por ejemplo, en el caso de una bodega, la capacidad puede definirse en términos de diferentes componentes y variables; si se calcula en función del número de vehículos que atiende, la cantidad de carga, el espacio de almacenamiento o el número de pedidos. En el caso de una fábrica, la capacidad podría definirse en función de la producción; en un banco podría ser según el número de personas atendidas. Entonces si todos tienen condiciones de operación diferentes y en particular sus espacios y capacidad de aforo de personas, ¿deberían los tres sistemas operar a una tercera parte de su capacidad? ¿Cómo han hecho durante los pasados 3 meses las fábricas de alimentos o de papel sanitario que, por el contrario, incrementaron su producción y ventas? De eso trata esta nota: un parámetro indicado para Transmilenio en Bogotá, no debería convertirse en un referente general para una reactivación segura en todo el país, ni para todas las actividades.
Para ello me parece importante precisar un concepto: capacidad segura. Si bien no se trata de un concepto global, ni general para todas las actividades, busca comprender que trabajar seguro y cuidar a las personas se puede lograr aún con alto volumen de operación. Para ello, tres elementos son clave:
- Primero: flujo de personas. La capacidad se tiene que definir según la cantidad de personas que pueden permanecer en el lugar, de manera que logren ejercer sus diferentes actividades disminuyendo en lo posible el contacto físico o conservado distancia de 1 metro si está en silencio o 2 si está hablando además evitando aglomeración prolongada.
- Segunda: tipo de actividad. En una peluquería no hay manera de que las personas conserven 2 metros de distancia. Pero con el uso de caretas, o paneles acrílicos, además del tapabocas, se disminuye sensiblemente el contacto de las micro-gotas de saliva que son la fuente de contagio.
- Tercero: el lugar. No es lo mismo un espacio abierto con ventilación natural que un espacio cerrado con aire acondicionado. En este último hay claramente más posibilidad de contagio[1].
Un cuarto criterio que tal vez es el más importante, aunque doloroso, es el perfil de edad y salud de las personas. Como es conocido, adultos mayores y/o con presencia de comorbilidades asociadas, tendrán mayor tasa de morbilidad y letalidad y por ende más riesgo. Para este grupo se deben crear estrategias particulares, como horarios preferentes tanto en transporte como en comercios, vagones o espacios especiales con mayor distancia física y menor ocupación; en lo posible deben permanecer en teletrabajo o con adecuaciones especiales de su puesto de trabajo que le atenúen el riesgo. Para una pauta de gestión de riesgo y vulnerabilidad de los trabajadores recomiendo la guía elaborada por el equipo del Centro Médico Imbanaco[2], que, si bien está diseñada para sus instalaciones y actividades, brinda claras indicaciones del riesgo y medidas que se recomiendan según el tipo de trabajo y las comorbilidades de las personas.
Una investigación publicada por el Cold Spring Harbor Laboratory en el portal medRxIv[3], concluye que lo más rentable y efectivo es adoptar temprano una combinación de medidas que incluyen lavado de manos, mascarillas, rastreo de contactos, aislamiento de los casos confirmados y soporte a los trabajadores de la salud. No obstante, las medidas individuales más efectivas son el lavado de manos y uso de tapabocas las cuales son económicas y están al alcance de todos. Estas acciones son de sentido común y se deben acoger para todas las actividades y trabajos, destacando que se puede permanecer laborando en la mayoría de casos. En el vínculo que abajo se referencia, se relaciona una guía que indica medidas específicas que recomienda el Ministerio de Salud del Reino Unido[4], a pesar de ser de un contexto diferente, no van más allá de acciones simples que fácilmente se pueden aplicar en otras latitudes y para muchas actividades.
Para efectos de ilustración de cuál es la capacidad que puede operar un establecimiento, piense en una tienda de ropa. ¿Cuántas personas podría recibir? Esto se debe resolver teniendo en cuenta el espacio de espera, de la zona de prueba; la distancia que puedan mantener las personas, o si en la caja registradora se instala una barrera física, que puede ser de acrílico o vidrio. Estas condiciones podrían determinar si el establecimiento está en la capacidad de operar como lo venía haciendo previamente. Además de las medidas generales, es clave disminuir aglomeraciones prolongadas, pero si el espacio es suficiente podría operar con un flujo de personas que poco o nada tiene que ver con un 30% de capacidad de aforo. Claro, el comportamiento del individuo es el factor determinante en todos los casos, pues existe suficiente información ampliamente difundida sobre las recomendaciones de las autoridades. En este caso, los establecimientos solo pueden controlar las modificaciones que hagan al espacio, pero la responsabilidad cae en el individuo, no en el almacén.
Ahora, ¿cómo se podría estimar la capacidad segura en una planta de producción? Lo primero que hay que entender es que no es una medida general, ya que el espacio, el tipo de trabajo y el flujo de personas varía entre las diferentes áreas. No es lo mismo una línea de empaque manual que una mecanizada, ni el área de producción que la de almacén, un cuarto refrigerado, ni tampoco el laboratorio de calidad. Por lo tanto, una medida general sería poco clara. Eventualmente se puede requerir el rediseño de algunos puestos de trabajo, controlar el flujo de personas a la hora de entrada y salida y las horas de almuerzo que son los momentos claves de aglomeración, pero se podría seguir operando aún con mayor capacidad, como ya ha sucedido en varias empresas durante esta pandemia.
En una bodega, por su parte, la capacidad estará dada por factores como la unidad de embalaje (ya que no es lo mismo manipular estibas, cajas o bultos), la mecanización, la intensidad del alistamiento y por supuesto el área y su disposición. Esto no es uniforme para todos los almacenes y ya lo saben los encargados de operación que han definido áreas, procesos y equipos especiales según su necesidad y productividad requerida. Los momentos de más aglomeración de personas, como el cargue y descargue, son más bajos si hay muelle y mecanización. Aún si el cargue o descargue es manual, si los operarios usan tapabocas o caretas, si el espacio es abierto y ventilado y las puertas tienen espacio suficiente se podría operar a capacidad similar. Si hay pasillos demarcados, el personal y la mercancía podrán fluir de manera segura sin generar riesgo adicional. Si no tienen el número adecuado de puertas o los pasillos están ocupados, su productividad será menor. Así, por ejemplo, en un mismo centro logístico pueden existir dos almacenes de igual dimensión y características, pero con perfiles de operación disimiles que puedan atender diferente número de pedidos o camiones. Por esta razón, limitar su capacidad al 35% del número de vehículos total, no obedece a su operación y es poco o nada relevante de cara a disminuir el riesgo de contagio.
Es también muy importante recordar que el vector de contagio son las personas, no los lugares. En línea similar a lo manifestado recientemente por la OMS[5], no hay ningún estudio científico que demuestre que limpiar techos, paredes, vías o realizar aspersión en el ambiente reduzca de manera al menos leve el riesgo de contagio porque los lugares no son reservorios relevantes. La clave está en educar el comportamiento de las personas sin estigmatizar actividades o lugares; informar y educar sin miedo, sino promoviendo una gestión de cambio seguro pero que permita preservar el trabajo.
Si infortunadamente, a pesar de tomar medidas, una planta, oficina o almacén reporta alto número de casos de contagio, la acción a tomar es identificar a las personas y rastrear sus contactos, investigar cuál pudo ser el momento, lugar o actividad de contagio. A los individuos contagiados, aislarlos en sus hogares y asistirlos durante su recuperación y, por supuesto, insistir en la educación de las medidas de prevención. Así mismo, reportar a la Alcaldía, revisar sus medidas y trabajar en conjunto con la ARL, el equipo de recursos humanos y el departamento técnico. También podrían requeriste ajustes de horario, flujos o espacios algunos de los cuales mencioné en una nota previa[6]. Una vez revisado el lugar, lo más seguro es que solamente se deba asear y disponer para que entre a operar nuevamente acorde a la demanda y necesidades del consumidor y no a lo que indique un parámetro sugerido de capacidad para buses en Bogotá, que nada tiene que ver con su realidad. Clausurarlo como castigo, sin educación, no está claro como disminuya el riesgo de contagio, pero seguro sí afecta su golpeada operación e incluso podría hacer más difícil establecer el cerco epidemiológico porqué algunos trabajadores suspendidos se desplacen a otros lugares.
Un reto más complejo es el abordaje para sitios de esparcimiento como bares o clubes recreativos, donde la aglomeración y socialización es natural y hasta buscada por quienes asisten. Se debe ser más cauto y esperar a que la curva de casos activos esté plana, complementada con restricciones de geolocalización a los usuarios y trabajadores, el uso de aplicaciones como “Medellín Te Cuida”, aumentar el espacio entre mesas, mejorar la ventilación natural o implementar purificadores de aíre en aquellos sitios que requieran aire acondicionado, pero esto no implica que deben condenarse a clausurarlos. La apertura gradual podría iniciarse con grupos de menor riesgo como los jóvenes. Por otro lado, por ejemplo, si un municipio no ha presentado casos en las últimas dos semanas, podrían abrirse evitando la siembra de casos importados fuera de la población. En este caso es importante la emisión zonificada de políticas pues no es igual el caso de Bogotá al de ciudades intermedias.
Si bien es claro que la gradualidad para abrir operaciones y actividades es importante, definir una capacidad general de tope no atiende la realidad de la operación, ni contribuye de manera significativa a disminuir el contagio y sí sigue afectando las ya maltrechas finanzas de muchas compañías, negocios y sus empleados. En general la reactivación de operaciones implicará movilidad de los ciudadanos y en particular en ciudades grandes el transporte masivo será un foco de preocupación, pero esto merece un capítulo aparte, porque por naturaleza su densidad es alta y la aglomeración es normal, aun así, en Tokio por ejemplo el sistema metro continuó operando con normalidad.
Esta crisis ya ha tenido serios efectos en las personas, compañías, empleos y la sociedad. En particular todos los negocios de atención al público, soportaron un súbito cierre que no es claro hasta cuando dure, pero en particular el pánico generalizado sumado a la contracción general de la demanda, ya traerá una caída que no necesita una nueva restricción. Aunque es cierto que las aperturas descontroladas tienen alto riesgo de generar rebrotes, es igualmente cierto que las medidas generales tratan a todas las actividades por igual y ello no tiene que ver con el comportamiento epidemiológico. No se trata alimentar el falso dilema de la vida o la economía, por su puesto la vida está primero, pero la parálisis está generando graves consecuencias que ya se notan y en pocas semanas se agudizarán.
No pretendo en esta nota dar una recomendación específica para un sector o actividad, solo incentivar una forma de pensar diferente que ayude a tomar decisiones políticas con una óptica distinta. Dado que con el SARS-CoV 2, vamos a tener que convivir, es necesario cambiar el modo COVID fear, por Smart COVID, entender la dinámica del contagio y expansión del virus, actuar con precaución, pero no de igual manera para todas las actividades y ciudades, además con visión y responsabilidad de otras dimensiones que no solo atañen al COVID-19.
REFERENCIAS
[1] Jianyun Lu, et al, mayo 25, 2020. Carta de investigación. https://wwwnc.cdc.gov/eid/article/26/7/20-0764_article#tnF1
[2] CENTRO MEDICO IMBANACO – PLAN DE TRABAJO EQUIPO DE SALUD LABORAL – Versión 3, mayo 15 2020. https://www.youtube.com/watch?v=fVwINHwyoh0
[3] Tomado de: meadRxiv. Abril 24 2020. Intervenciones rentables basadas en la evidencia para suprimir la pandemia de COVID-19: una revisión sistemática rápida. Pre-impresión. Carl-Etienne Juneau, Tomas Pueyo, et al. https://doi.org/10.1101/2020.04.20.20054726
[4] Tomado de: https://www.gov.uk/guidance/working-safely-during-coronavirus-covid-19
[5] OMS Mayo 15, 2020. https://www.who.int/publications-detail/cleaning-and-disinfection-of-environmental-surfaces-inthe-context-of-covid-19
[6] Mariño N, tomado de www.dl.com.co Mayo 1 2020. https://www.linkedin.com/posts/decisiones-log%C3%ADsticas-147b4048_reprogramaci%C3%B3n-de-personal-una-nueva-necesidad-activity-6656003647320715264-QCc_
Artículo publicado en la Revista Javeriana
Fecha: 18/06/2020
Link publicación: https://revistajaveriana.org.co/covid-19-35-capacidad-segura/